Necesito otra pulcerita roja. Cualquier cosa puede llevar a la envidia. Cualquier puta cosa puede hacer crecer el deseo arrasador, tan grande y furioso, odioso, capaz de aniquilar al que se interponga, del querer tener lo del otro. Del querer poseer aquello que el otro posee o de, simplemente, en ese momento y frente a esa simple cualidad, ser el otro.
Maldita mierda de sentimiento, uno de los peores. De los siete pecados, uno de los más dañinos. Porque muere el que lo posee: la envidia no se cura en el momento.
Lo peor es que la pulcerita roja es para que los demás no te envidien nada y no para que vos no lo hagas. Entonces ¿por qué no están llevando todos una cinta roja en la muñeca? Es por el bien de todos, para salvarnos.
viernes, 29 de julio de 2011
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