domingo, 23 de marzo de 2008

Ayer

Cuerpos llenos de euforia que inquietan el aire. Lo revolucionan. Él lleno de placer, se deja llevar.
Cuerpos totalmente silenciosos que no tienen pausa. Llevan sobre sí una gran sonrisa dibujada. Ellos vuelan, nadan, corren, flotan, navegan. Su clave está en su imaginación.
Cuerpos que han crecido externamente, envolviendo esa ternura digna de niños. Niños que juegan y bailan, que son maestros sin necesitar un libro, que navegan sin barco y que pintan sin pincel.

sábado, 22 de marzo de 2008

Estación

Lo extrañaba. Realmente lo extrañaba. Y cuando lo vi aparecerse por sorpresa, ya que no sabia que iría, reconfirmé cuánto lo extrañaba. Él vino a saludarme y mientras se acercaba pensé en abrazarlo. Pero no, no lo iba a hacer, quedaría al descubierto todo mi amor por él. Le daría un simple beso en la mejilla y listo. Llegó hasta mí y me abrazó.

El ascensor subia piso por piso, mientras mi cabeza funcionaba. Dudaba que estuviese, tal vez no había vuelto de vacaciones, aún. Al fin se detuvo y pude abrir la puerta. Levanté el puño para golpear, pero antes de poder hacerlo, escuché su voz desde adentro. Ahora si, dí dos golpes. Ella me abrió, y rápidamente se formó una gran sonrisa en mi cara. Infinitas ganas de abrzarla se apoderaron de mi, pero no podía hacerlo. Había algo que no me lo permitia, un público no deseado por mi y, más tarde supe, que tampoco por ella. Me acerqué para saludarla. Pero ella no lo hizo, ella prefirió abrazarme.

viernes, 21 de marzo de 2008

Hoy

Subí al colectivo y me acomodé en un lugar, como hacen todos: buscan un huequito entre todos los que viajan de pie, y se agarran de algún caño, respaldo de asiento u otro lugar, eligiendo el que menos manos tenga.
Un hombre que iba cómodamente sentado enganchó sus ojos con los mios y sonriendo se levantó de su sitio. Sin poder terminar de entender el motivo de su sonrisa, me senté en su anterior lugar y él rápidamente abandonó el colectivo. Tiempo después, este llegó a plaza once donde hubo un descenso importante de gente y un reacomodo de pasajeros en la parte de atrás, repleta de asientos. De este, yo siempre participo, pero en esta ocasión no lo hice.
Cuando volví a recorrer aquel colectivo con la vista, éramos pocos los que quedamos, lo cual significaba que la parada en la cual me tenía que bajar, se aproximaba. Mi cabeza había sujetado la imagen del muchacho sonriendome, por el simple hecho de que uno no acostumbra a hacerlo cotidianamente, al igual que saludar, algo que me entristece bastante.

jueves, 20 de marzo de 2008

Mándelo para el otro lado

Leía un libro sin nombre. Tomaba un líquido incoloro, sin sabor ni olor. Hablaba de alguien inexistente y por eso decidí alejarme de él.
Muchas veces me pregunto si se acordará de mi, pero me comienza a invadir un sentimiento de abandono y olvido, el cuál intento dejar de lado rápidamente.