martes, 5 de agosto de 2008

true

Detrás de cada vestido, escondido bajo la más sincera pollera, entre joyas y alajas, flores y perfumes se refugian. Es inevitable. Todas y cada una de las mujeres llevamos un amor, por más imposible o mentiroso que sea. Algunas lo tienen a su alcance, otras no. Algunas se conforman con mirarlo, besarlo, u olorlo. Otras lo imaginan, y lo llegan a ver. Y a todas les alcanza, pero sacan afuera su queja, sin llegar a hacerla pública, cómo el olor a pan caliente que sale por la puerta del horno, y engancha a la primer nariz atenta y la llena de intriga y necesidad. Pero cuanto más se acerca al pan, este se da vuelta y cierra bruscamente la puerta, deja el vaso de agua sobre la mesa, se achica y llora, sin sentido para muchos, pero, si lo vuelven a pensar, todas la entendemos.

Todos saben que existen los otoños.
Todos saben cuándo hay que cerrar los ojos.
Todos saben cómo es el dolor de cabeza.
Todos sienten y esperan.
Y a la vez, todos se desentienden y tienen algo de pesimistas.
Acá todos saben todo y nadie sabe nada.
Que mundo más confuso, pero más coherente que sus mismos integrantes.