Mi único par de piernas, congeladas, tiemblan bajo mi pantalón al que lo rosa el frío de ese martes. Un cielo completamente blanco opaco sobre nuestras cabezas deja caer agua en forma de gotas que al llegar al negro asfalto sueltan un breve sonido. Melodía de lluvia. Impactan una por una, bailan en soledad. Al cansarse sus piernas, se dejan al poder del destino, el cual las reúne y les da poder. Charcos armados. Un ecosistema efímero y rápidamente multiplicable. En cuestión de segundos nace y muere. Se desconcentra, concentra y vuelve a desconcentrar. Yo en la vereda, único público esperando a que termine la función, veo el sol caer y con un rayo cerrar el telón. Con la lluvia se va la dulce melodía y con ella mi hipnotización. Recuerdo mi mal día y vuelve la función.
jueves, 15 de mayo de 2008
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