Sacándonos la tormenta de encima, de nuestras cabezas. Llenando nuestros pulmones hasta el explote y vaciándolos brusca y ferozmente remover las nubes, lejanas o cercanas, amenazadoras y protectoras.
Escapar y tratar de que el futuro, que nos llueve en la cabeza, no nos sorprende, no nos haga atragantar, y toser, y tener ganar de salir de allí, abrumándonos, para cuando estemos fuera poder abrir el pecho y respirar, hondo, respirar, profundo.
Frente a ese futuro, que nos amenaza, abrir el paraguas, tener siempre una respuesta, estar listo, en posición de defensa, de defensa y ataque al fin. Y que, entonces, el futuro no se nos quede impregnado, húmedo y pegado a la piel, como la ropa mojada, porque uno pretende vivir en su presente, cautivo y abierto, en él, que es tan amplio, tan amplio que enmarca a esa lluvia, y esa tormenta, las nubes y el frío. Un futuro que se puede convertir en resfrío, estornudo, gripe quizás, o simplemente, pasar, y transformarse en sol.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario